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Autor: Facundo Vaisman

Trabajo presentado en las XLI Jornadas Nacionales de Numismática de Venado Tuerto – 2021.

 

Introducción

Dentro de la numismática, el estudio de los billetes puede, o debe, abarcar distintos aspectos intrínsecos y extrínsecos de los mismos. Es posible analizar el contexto histórico, las viñetas principales impresas en sus faces, sus funciones sociales, los firmantes, el sustrato, etc. Un tema bastante analizado, por ejemplo, son las filigranas, ya que de ellas se desprende el fabricante del papel y, por lo tanto, se definen las variantes de una o varias emisiones.

En mi caso, considero a las medidas de seguridad en general, un tema apasionante. Éstas proveen un sinfín de información, aunque algún desprevenido no lo crea. Facilitan la vinculación del billete con una determinada época. Se relacionan con las metodologías de impresión, grabado y por supuesto las posibilidades de imitación de cada período. Y principalmente, son una herramienta indispensable para crear la confianza que transforme un trozo de papel, o bien de algún otro material, en un instrumento de cuenta, pago y atesoramiento.

Algunas de las más conocidas por los coleccionistas son, por ejemplo, las marcas de agua, las microletras o las fibrillas. En este caso, me voy a referir a una tinta que seguramente todos tuvimos al alcance de la vista, aunque probablemente no le hayamos prestado atención.

La fotografía

Algunas medidas de seguridad aún se siguen utilizando después de varios siglos y otras cayeron en desuso en muy poco tiempo. Los motivos pueden ser muy diversos, pero básicamente el avance tecnológico es el que va marcando los rumbos. Hay descubrimientos e invenciones que son hitos en la evolución e involución de las distintas características de seguridad de los billetes. El desarrollo de la fotografía, es uno de ellos.

Graham Iddon, escritor del Museo del Banco de Canadá, y quien también investigó sobre este tema, aporta un recorte del períodico The Photographic News del 22 de octubre de 1858, que dice: «Recientemente, varios intentos de falsificar billetes bancarios mediante la fotografía han tenido éxito; y este fraude no se ha limitado a los billetes de banco, ya que otros documentos valiosos se han copiado de manera similar».(*1) Asimismo William Griffiths afirmó en 1958, en su reseña histórica de la Compañía Americana de Billetes de Banco, que «la invención de la cámara fotográfica le dio a los falsificadores una nueva arma que les facilitaba la confección de matrices de impresión para estampar billetes espurios»(*2). Si observamos con detenimiento los billetes del siglo XIX, vamos a poder distinguir que a mediados de dicha centuria, aproximadamente, se produce un pasaje de los ejemplares monotonales, básicamente impresos en tinta negra, a los estampados con dos o más colores. Y este pasaje se vio conminado, justamente, por la expansión de las técnicas fotográficas.

Con la utilización de diversos colores, se buscó dificultar la reproducción mediante fotografía. En un principio, se exploraron distintos métodos, aunque sin arribar a un resultado aceptable. Se comenzó imprimiendo patrones geométricos a color en los reversos; luego algunos sectores a color también en los anversos; hasta que finalmente se llegó a la conclusión que lo mejor era estampar fondos o patrones a color que compartieran la misma ubicación con la impresión principal en tinta negra, lo que impediría obtener cómodamente mediante la fotografía, las improntas de cada uno de los colores por separado, necesidad básica para quienes buscaran realizar emisiones apócrifas. En este punto, cabe aclarar que la fotografía en sus inicios sólo permitía capturar imágenes en blanco y negro, por lo que la mayoría de los colores, a excepción por ejemplo del azul, eran reproducidos en negro, de igual modo que si estuvieran fotografiando tinta negra. De este modo, al superponer patrones a color con la estampa principal en negro, cuando se fotografiaba se obtenía una imagen, en blanco y negro, de todo ese conjunto, como si hubiese sido todo impreso en negro. Eso impedía obtener matrices utilizables, es decir, únicas para cada color de impresión. El inconveniente era que la mayoría de esas tintas de color podía evanescerse del papel sin mayor dificultad, usando distintos solventes de la época, volviendo sin sentido todo el esfuerzo mencionado en el párrafo anterior.

Thomas Sterry Hunt

El químico, geólogo y profesor estadounidense Thomas Hunt (1826-1892), llevó adelante la mayor parte de su vida laboral en Canadá.(*3) Mientras se encontraba trabajando en la Universidad Laval de Quebec, a principios de 1857, recibió una consulta del Sr. William Workman, presidente del City Bank de Montreal, quien le preguntaba acerca de la posibilidad de obtener una tinta que se pudiera usar en la impresión de billetes y que fuera un obstáculo contra la reproducción fotográfica.(*4)

Hacia mediados de ese mismo año, Hunt sugirió el uso de sesquióxido de cromo. Luego de ello, se valió de la ayuda de George Matthews, dueño de una imprenta de Montreal, para, a través los conocimientos de éste, desarrollar una tinta de impresión con dicho pigmento, combinándolo con alguna base oleosa. Con ella hizo algunos ensayos para corroborar su resistencia a los reactivos químicos más frecuentes, consiguiendo muy buenos resultados.

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Tinta verde anti-fotográfica
 
En su respuesta a la misiva de Workman, Hunt comentaba que el uso de los colores rojos y amarillos para realizar los fondos de los billetes no brindaban seguridad alguna contra la reproducción fotográfica, ya que podían ser eliminados mediante agentes químicos sin dañar el papel ni la tinta negra, que al ser a base de carbón, era insoluble y casi indestructible. Por otro lado, la tinta azul además de poder eliminarse, ni siquiera podía ser copiada mediante la fotografía.
Sin embargo, sugirió la utilización de su nueva tinta, de color verde, y cuyas  características de inalterabilidad eran muy parecidas a las de la tinta negra, con la ventaja que esa tonalidad era perfectamente captada por las emulsiones fotosensibles de esa época, y por lo tanto, ofrecía una protección contra la adulteración y el copiado fotográfico.
Argumentaba que con esta tinta como fondo y la negra como color principal, se estaba al resguardo de la “copia por fotografía, por impresión anastática, transferencia litográfica o procesos afines, mientras que no puede ser alterada por ningún medio químico”.(*5) Aquel desarrollo, fue finalmente patentado en Canadá por el Sr. Matthews bajo el nombre de “Canada Banknote Printing Tint” (*4), aunque también aparece en la bibliografía de época como la “tinta verde de Matthews”.
 
Los “verdes”
Lógicamente, los primeros billetes impresos con la mencionada tinta fueron canadienses. Según Iddon, en su artículo publicado en la página del Museo del Banco de Canadá, el billete de la imagen podría ser uno de los primeros en utilizar dicho avance tintóreo.(*1)
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Probado el éxito de la tinta, George Matthews procedió a patentarla también en los Estados Unidos de América (*6). Influido por la relación comercial que Matthews mantenía con la imprenta neoyorquina Rawdon, Wright, Hutch y Edson, le ofreció el derecho de uso de dicha patente en aquel país al Sr. Tracy Edson (*7), uno de los socios de la mencionada firma, a cambio de una suma de dinero. A su vez, Rawdon, Wright, Hutch y Edson fue la más grande de las siete empresas que se fusionaron para formar luego la Compañía Americana de Billetes de Banco (*2), que lógicamente, no sólo continuaría usufructuando las ventajas de la tinta de Matthews, sino que la haría, de cierta forma, reconocida mundialmente.
El comienzo del proceso de unificación de la emisión de papel moneda en los Estados Unidos, se dio a principios de la década de 1860, cuando el gobierno de la Unión tuvo necesidades económicas para financiar la guerra contra los estados secesionistas del sur. Este proceso lo llevó a emitir en principio «billetes de exigencia» en 1861, los cuales fueron impresos por la joven pero pujante American Bank Note Co. utilizando la tinta anti-fotográfica. Se estampaba en el anverso, con finas líneas y guilloches que debían tener sectores sobreimpresos en tinta negra. Y en el reverso del billete, también se imprimía en una tinta verde, pero de un matiz un poco más oscuro.
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Luego, en 1862, fueron sucedidos por los billetes de curso legal, que de igual modo continuaron siendo impresos con la misma combinación de colores.
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Según el Bureau de Grabado e Impresión de los Estados Unidos, «no es inusual en la impresión con tintas a base de aceite, como el «verde patentado», que el color atraviese al lado opuesto de una hoja. Por lo tanto, podría conjeturarse que el reverso de los primeros billetes se imprimió en un tono más oscuro de tinta verde común para hacer que el color que atravesaba sea menos evidente».(*8)

La explicación del porqué de los reversos impresos en verde, a ciencia cierta, tal vez nunca aparezca, pero lo que sí se puede asegurar es que a causa de ello, y para distinguir estos billetes de las emisiones anteriores, se los empezó a llamar los «dorso verde» (greenback en inglés), vocablo que con el tiempo se fue simplificando sólo a «green». Y esa tonalidad se continuó aplicando en los reversos de los dólares estadounidenses, incluso hasta nuestros tiempos. Por lo cual, en definitiva, es debido a la tinta que inventó Thomas Hunt que hoy en día llamemos coloquialmente «verdes» a los dólares.

La tinta de Matthews en los billetes argentinos

Y claro que la tinta también se utilizó en billetes argentinos, pues gran cantidad de ellos fueron impresos en Estados Unidos. Cabe recordar que American Bank Note Co. de Nueva York, como así también Bradbury, Wilkinson & Co. de Londres, fueron de las imprentas de seguridad más grandes y prolíficas de fines del siglo XIX y principios del XX, las cuales imprimieron dinero para gran cantidad de bancos de casi todo el mundo.

Sin ir más lejos, podemos encontrar la tinta en los billetes del Banco Nacional de la serie de 1873, en los del Banco de la Provincia de Buenos Aires de 1869 y en los de muchos de los bancos privados que emitieron en la segunda mitad del siglo XIX.

Pero para continuar con esta parte de la historia, es preciso relatar que para fines de la década de 1860, se hallaba en Sudamérica Albert Goodall, representante de American Bank Note Co., quien años más tarde se convertiría en presidente de dicha empresa.*9 En mayo de 1868, Amadeo Gras (h), gerente del Banco Oxandaburu y Garbino, se dirigió a Buenos Aires para reunirse con Goodall y encargar una nueva serie de billetes,(*10) de mejor calidad que los que se estampaban en Buenos Aires, varios de los cuales se imprimieron con la tinta inventada por Hunt y Matthews, a la que llamaban «verde anti-fotográfico».

Gracias a la gentileza y generosidad del Dr. Fernando Chao (1946-2021), tuvimos la posibilidad de acceder a documentos que acreditan fehacientemente la relación entre el banco y la imprenta, y por supuesto, el uso de la tinta que motivó este artículo.

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El encabezado de la imagen superior pertenece a un escrito que presumiblemente sea el pedido que envió Goodall a la casa matriz en Nueva York, luego de cerrar contrato con el banco para la ejecución de 340.000 billetes de distintas denominaciones.(*11) En la imagen siguiente, se puede observar la solicitud y características pertenecientes al ejemplar de un peso boliviano.

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Dice aproximadamente lo siguiente: Plancha de 6 billetes «Un Peso Boliviano» con placa de color Verde Anti Nueva viñeta para este billete Vaca + ternero. Este siguiente documento probablemente sea una especie de boceto interno del sector de grabado, con mínimas pero básicas indicaciones, en el cual puede apreciarse, en el cuadrante superior izquierdo, que en el frente llevaría tres viñetas (falta elegir aún dos de ellas) y el color que se utilizaría es «A.P. Green», es decir Anti-photographic green o abreviado Anti-green, tal como figura en el pedido, que es ni más ni menos que la tinta «verde antifotográfica». Además indicaba que no habría impresión en el dorso. Lleva fecha del 24 de julio de 1868, aproximadamente un mes y medio después de haber recibido Gras, en Gualeguaychú, los bocetos desde la imprenta y devolverles el visto bueno y algunas breves recomendaciones.(*10)

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El resultado final de este pedido es ampliamente conocido en el ambiente numismático ya que se trata de un billete que se encuentra con relativa facilidad, pero de todos modos, para poder corroborar que todo lo solicitado fue plasmado con elegancia y criterio, colocamos una reproducción del mismo.

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Obviamente, no fue el único valor que ostenta la tinta verde anti-fotográfica, también podemos verla en los ejemplares de cinco pesos bolivianos.

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Del mismo modo, en sus billetes de 5 pesos fuertes. En este último caso, se cumple la premisa que indica el Bureau, pues el reverso se encuentra impreso con un verde más oscuro. Bien vale la comparación, entonces, para apreciar las similitudes, con los 5 dólares estadounidenses de idéntico año, 1869, ambos impresos por la misma casa, American Bank Note Co.

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Los «verdes» de Gualeguaychú circularon sólo para el Banco Domingo Garbino, con el consecuente resello que los habilitaba, entre los años 1872 y 1879 aproximadamente y las firmas de Nicolás Garbino y Federico Munilla. Pero esa ya es otra historia.

Referencias:

*1 The Canadian Roots of the “Greenback”. (2021). Visto el 18 de octubre de 2021, en https://www.bankofcanadamuseum.ca/2019/02/the-canadian-roots-of-the-greenback/

*2 Griffiths, W. (1959). The story of American Bank Note Company. Nueva York, Estados Unidos de América: Barakaldo Books. p 33.

*3 Douglas, J. (1898). A memoir of Thomas Sterry Hunt. Filadelfia, Estados Unidos: MacCalla & Company Inc.

*4 Douglas, J. (1898). A memoir of Thomas Sterry Hunt. Filadelfia, Estados Unidos: MacCalla & Company Inc. p 25

*5 Douglas, J. (1898). A memoir of Thomas Sterry Hunt. Filadelfia, Estados Unidos: MacCalla & Company Inc. pp 25 – 27

*6 United States Patent Office. Patente 17.688, de fecha 30 de junio de 1857.

*7 Douglas, J. (1898). A memoir of Thomas Sterry Hunt. Filadelfia, Estados Unidos: MacCalla & Company Inc. p 24

*8 U.S. Bureau of Engraving and Printing – FAQs. (2021). Visto el 20 de octubre de 2021, en https://www.moneyfactory.gov/resources/faqs.html

*9 Griffiths, W. (1959). The story of American Bank Note Company. Nueva York, Estados Unidos de América: Barakaldo Books. pp 44 a 46

*10 Libro copiativo de correspondencia del banco Oxandaburu y Garbino. Hemeroteca Instituto Magnasco, Gualeguaychú, Argentina.

*11 Magan, R. (2005). Latin American banknote records. Estados Unidos de América: R.M. Magan. p 21

Otra bibliografía consultada:

· Nusdeo, Osvaldo y Conno, Pedro. (1982). Papel moneda nacional argentino y bonaerense. Siglo XIX. 1813-1897. Buenos Aires, Argentina. Ed. H. C. Janson

· Bauman, Robert J. (2016). Papel moneda de Argentina – Una ventana hacia la historia – 1816-1899. Rosario, Argentina. Edic. del autor.

· Adams, Frank D. (1932). Biographical memoir of Thomas Sterry Hunt 1826-1892. National Academy of Sciences of the United States of America – Volumen XV.

Agradecimientos:

· A Fernando Chao (h), por la generosidad de facilitarnos documentación de la American Bank Note Co. relativa al Banco Oxandaburu y Garbino que obraba en su poder.

· A Andrés D’Annuzio y Fernando Perticone, por ser parte de la investigación que condujo luego a esta humilde presentación.

· A Nicolás Labado, por las excelentes imágenes de los billetes del Banco Oxandaburu y Garbino.

· A Gustavo Maza, por su permanente generosidad para dar una mano.

· A Sergio Kvesic, y en su nombre a toda la gente del Centro Numismático Venado Tuerto, por su amabilidad y buena disposición en todo momento.

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